Cuando la tecnología nos falla, solemos desesperarnos. Para muchas personas, esto es síntoma de que nuestra generación, y sobre todo las que están viniendo, dependen demasiado de ella. Es bueno tener recursos electrónicos y digitales, es bueno el avance científico y tecnológico, pero no es buena la dependencia. Es mejor, por tanto, disponer eternamente de las mismas herramientas analógicas que nuestros antepasados llevan utilizando desde los tiempos de la Revolución Industrial. ¿Pero es eso cierto? ¿No deberíamos centrar nuestros esfuerzos en perfeccionar esa tecnología y su uso, en mitigar sus imperfecciones, en vez de aferrarnos tantísimo a las herramientas del pasado?
Pongamos por ejemplo los programas actuales relativos a cualquier sistema de reservas. La tecnología del transporte ha mejorado mucho si comparamos la época actual con el transporte existente hace cien años o poco más. Si las personas de finales del siglo XIX, tan maravillados por la tecnología de vapor de los gigantescos transatlánticos, supieran que ahora podemos viajar de una punta a otra del planeta en solo medio día y a través de las nubes, sin duda querrían estar en nuestra piel. Ahora, además, el proceso de reserva ha mejorado mucho gracias a la existencia del channel manager y de los sitios web de reserva de billetes y alojamientos.
Sin embargo, internet puede fallar, nuestros ordenadores pueden fallar, y es posible que no recibamos nuestro billete correctamente. De igual modo, el avión que vamos a coger se puede averiar, cancelándose así nuestro vuelo. ¿Significa eso que tenemos que aferrarnos a las cada vez más obsoletas agencias de viajes y a los antiguos transatlánticos? En absoluto. Solo significa que hemos de seguir avanzando, corrigiendo los fallos de la tecnología que hemos creado, haciéndola cada día un poco más rápida y accesible.
Porque el fallo principal no reside en que dependamos demasiado del software de motor de reservas de agencia, sino en conformarnos con lo que hemos creado sin tener en cuenta los fallos de esos nuevos sistemas. La vida cambia y, con ella, los recursos, el contexto y las facilidades que tengamos. Hay que mejorar para que siga siendo así.