Desde que existe el concepto de creación empresarial, existe también la división por aspectos de dicho proceso de creación. Un negocio requiere de una gestión sensata de los aspectos financieros, es decir, del presupuesto, las subvenciones, los créditos bancarios o los ahorros.
También requiere de labores de marketing que, a día de hoy, solo se han transformado, y las prioridades en materia de campañas se han desplazado de las vallas o los carteles de los tablones de anuncios callejeros, a Google, las redes sociales y los blogs de internet. El posicionamiento en Google es un ejemplo. Ahora, casi todo es digital.
En esta última línea, la digital y la virtual, nos vamos a centrar. Porque vivimos en un presente en el que la tecnología, que evoluciona a un ritmo imparable, se ha abierto camino entre los hábitos más cotidianos y básicos de los seres humanos, y obviamente el emprendimiento no iba a ser una excepción.
Dicho de otro modo, a las finanzas, el marketing o la contratación hay que sumarles un nuevo aspecto: la automatización. Automatizar una empresa supone delegar en máquinas y programas informáticos tareas, sobre todo de cálculo o de gestión diaria, que antes delegábamos en seres humanos. Son los sistemas integrados, el software de gestión y otro tipo de ayudas.
Pero la automatización requiere un gasto, al menos si queremos llevarla a cabo de una manera profesional. Existe la posibilidad de recurrir a software libre de código abierto, es decir, programas de gestión empresarial y financiera gratuitos y abiertos a que cualquier usuario con conocimientos de informática pueda acceder a su código de programación, modificarlo y perfeccionarlo.
Pero, por lo general, los mejores programas, o aquellos que ofrecen mayores opciones de personalización y prestaciones, son de pago. En ellos deberemos invertir, ya sea adquiriendo la licencia en una compra única o por suscripciones según el caso y los requisitos establecidos por la empresa desarrolladora.
Podríamos pensar que deberíamos incluir toda la automatización de pago en el aspecto de las finanzas. Sin embargo, la influencia profunda de las nuevas tecnologías en la gestión empresarial merece una categoría propia.